Así, mientras la obra de 1924 Formas sobre fondo blanco todavía es un relieve, las restantes, posteriores, ya son piezas tridimensionales. Si bien la primera presenta formas geométricas como ángulos, curvas o líneas rectas con incisiones –recuerdo de motivos vegetales y que mantienen cierta afinidad con obras de Jean Arp y Joan Miró–, las construcciones de finales de los años veinte se abren ya al universalismo constructivo. Formas sobre fondo blanco muestra los elementos que serán propios de las construcciones de madera de aquellos años: una textura rústica, con elementos salientes, grietas y una acusada verticalidad creada por la repetición de un mismo motivo, por su ampliación o por la combinación de diferentes elementos geométricos. En 1927 Torres-García incorporó a sus esculturas los procedimientos que anteriormente había utilizado en la fabricación de juguetes de madera. Las obras de estos años muestran ritmos verticales y horizontales que ponen en juego el gusto por la superposición de planos y el recorte de formas. De este momento destaca la pieza Planos de color con dos maderas superpuestas (1929), que condensa todos estos elementos. Sin preocupación estética aparente, la madera está agrietada y se muestra tosca, pero el uso de colores puros y de grosores acusados acentúan la gestualidad de la pintura. Torres-García dibuja una retícula sobre las figuras geométricas en la cual superpone un círculo de madera, elemento que será habitual en su escultura. Las maderas posteriores, ejecutadas entre 1929 y 1934, fueron el resultado de un diálogo directo con las retículas del neoplasticismo de Piet Mondrian. Son obras que privilegian la multiplicidad arquitectónica de entramados y estructuras, las texturas generosas y los materiales pobres. Contrapunto (1929), Escultura abstracta (1929) y Estructura con varilla blanca y círculo rojo superpuestos (1935) utilizan formas derivadas del rectángulo y el triángulo. Aunque en otras obras el autor adjudicaba a las formas geométricas algún símbolo o representación, estas no admiten ninguna lectura figurativa. Son piezas que ilustran el diálogo del artista con la abstracción pura. Las obras de la Colección MACBA reflejan el momento en que Torres-García llega a la abstracción y a la convicción de que el arte no debe imitar a la realidad sino que opera con elementos absolutos como los colores o las formas, que se representan a sí mismos y tienen un valor en sí. “Desde el momento en que el hombre abandona la copia directa de la naturaleza y hace a su manera una imagen [...] comienza una cierta construcción. […] La construcción debe ser sobre todo la creación de un orden [...], [aquella] pasa del simple andamiaje para ordenar las formas a ocupar el lugar de esta y a constituir la obra en sí misma.” (Joaquín Torres-García: “Vouloir construiré”, Cercle et Carré, nº. 1, París, marzo de 1931, publicado en castellano en Ángel González García, Francisco Calvo Serraller, Simón Marchán Fiz: Escritos de arte de vanguardia, 1900/1945. Madrid: Akal, 1999, pp. 277-279.)